El otro día hablando de Irlanda y otras cosas que hay respecto a ese bellísimo país (el cual algún día visitaré, especialmente para tomar cerveza verde) salió el cuento de los Lepricones. ¿Qué carajos en un Lepricón?: ¿Uno de esos gnomos que actúa en el circo de enanos?, ¿Otro personaje como Frodo, el Hobbit del El Señor de los Anillos?
Pues aquí toca remontarse a los mitos y leyendas irlandesas. El Lepricón, era el encargado de hacerle los zapatos a las hadas, algunas veces se comportaban muy traviesos y al parecer, también muy avaros. Viven solitarios en los bosques. Se dice que estas criaturas habitaban Irlanda desde hace mucho tiempo, incluso antes de la llegada de los Celtas. Y extrañamente, todos son machos. No pregunten cómo se reproducen, por favor. Su estatura puede variar entre los quince centímetros y algo más de medio metro, y pueden tener cara jocosa y digna a la vez. También se les puede distinguir por tener barba y fumar pipa.
Estos duendes han sido parte de la cultura irlandesa y se han se han vuelto populares gracias a diferentes celebraciones en este país, especialmente, la celebración del día de San Patricio. Se rumora que antes vestían antes con chaquetas rojas, pero la tradición irlandesa ha hecho que este color cambie por el verde. Los antiguos relatos que han llegado de boca en boca a nuestros días, cuentan que los lepricones nos visitarán por las noches, pellizcándonos las piernas, si no lucimos una prenda de color verde el día de San Patricio.
Con la llegada de los irlandeses a Estados Unidos, pululan en ciudades como Boston y Nueva York. Especialmente en Boston, son símbolo de uno de los mejores equipos de la NBA, los 17 veces campeones, Boston Celtics.
Pero lo que más puede llegar a interesar de estos duendes es que son protectores de una poderosa guaca, olla llena de monedas de oro. Si usted es lo suficientemente hábil podrá quitarle este buenísimo tesoro, pero se advierte de antemano, que esto es extremadamente difícil. Incluso después de la captura, la persona no podrá quitar sus ojos de él ni por un instante, porque entonces el travieso personaje desaparecerá. Pero… ¿Por qué no intentarlo?
Por Jaime Luque
mundoluque@yahoo.com
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